Producción lechera: una industria en retracción
La crisis se desató a partir de una combinación de sobreproducción mundial de leche y una demanda más débil de lo esperado, especialmente por parte de China, el mayor comprador mundial de productos lácteos, donde las importaciones cayeron un 20% entre 2014 y 2015.
Es época de partos de vacas en Waikato, la región láctea más grande de Nueva Zelanda, y Nicola Kloeten, una productora lechera, está entregando una nueva generación de ganado vacuno que espera satisfaga la creciente demanda de Asia de leche, manteca y quesos.
Desde que firmó un acuerdo de libre comercio con China en 2008, Nueva Zelanda tuvo un auge de exportaciones de productos lácteos que le valió el apodo de «la Arabia Saudita de la leche» e impulsó una rápida expansión de su industria lechera. El país del Pacífico sur es el más grande exportador mundial de productos lácteos, que representan una cuarta parte de todas las mercancías que vende al exterior.
Pero la caída en un 50% del precio de la leche desde comienzos de 2014 -consecuencia de la sobreoferta y la reducción de la demanda- está revirtiendo el auge de producción lechera de Nueva Zelanda vinculado con China. Por primera vez en años, Kloeten y su esposo, en lugar de expandir su ganado de 560 vacas cruza de las razas Jersey y Holstein, lo redujeron.
«Tuvimos que sacrificar 60 vacas porque el precio de la leche estuvo bajo durante mucho tiempo», afirma Kloeten. «Muchos productores están atravesando un momento difícil».
La situación afecta a una industria que se extiende desde el Pacífico a la Unión Europea (UE) y América del Norte, da empleo a millones de personas y tiene un peso político significativo. Casi el 10% de la producción total de leche se exporta en el marco de una actividad comercial que representa u$s 140.000 millones al año.
Según Dairy NZ, un organismo de la industria, cuatro de cada cinco de sus productores lecheros están perdiendo plata por tercera temporada consecutiva. KPMG predice que uno de cada 10 productores del país deberá dejar la industria y un 28% adicional deberá reestructurar su negocio y obtener nuevo capital para salir a flote. En los últimos meses, también aumentaron los casos informados de suicidios de productores lecheros.
La familia Kloeten, como muchos otros productores de esta comunidad rural muy unida situada a unos 150 kilómetros de Auckland, sobre la Isla Norte de Nueva Zelanda, bajó costos mediante la venta de animales al sector de la carne y limitando el uso de alimentación complementaria y fertilizantes. El ganado lechero nacional se redujo en 300.000 animales de 6,4 millones el año pasado, la primera baja en una década.
«Algunos productores conocidos tuvieron que vender su ganado», afirma Kloeten. «No tenía sentido seguir acumulando más deuda con la situación actual de los precios».
La crisis se desató a partir de una combinación de sobreproducción mundial de leche y una demanda más débil de lo esperado, especialmente por parte de China, el mayor comprador mundial de productos lácteos, donde las importaciones cayeron un 20% entre 2014 y 2015, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Lo que se vio exacerbado por la prohibición de Rusia en 2014 a las importaciones de productos lácteos europeos vinculada con tensiones en Ucrania y una demanda más debilitada en Oriente Medio, donde la caída de los precios de petróleo afectó los ingresos.
El precio de la leche entera en polvo, un ingrediente clave para los alimentos y el producto de exportación más importante de Nueva Zelanda, cayó más de 50% desde 2014, a más de u$s 2000 por tonelada, según la última subasta de Fonterra, la cooperativa kiwi que se convirtió en el exportador de productos lácteos más grande del mundo.
Muchos analistas de productos básicos creen que los precios de los lácteos no volverán a niveles sostenibles hasta 2017, cuando esperan que los recortes de producción provoquen un impacto. «Este es el período más difícil que les tocó atravesar a los productores lecheros en una generación», sostiene Emma Higgins, analista de Rabobank. «Los niveles de deuda son más altos, las estructuras de costos son más altas y los precios de la leche cayeron durante tres años consecutivos».
La retracción prolongada de los precios es un fenómeno mundial que llama a una reestructuración de las prácticas de la industria, los procesadores de leche y los proveedores. También aumenta la presión que pesa sobre los gobiernos para intervenir y apoyar a las comunidades agrícolas, aun cuando algunas estaban buscando liberalizar sus industrias lácteas.
En la UE, que el año pasado eliminó un límite vigente desde hacía tres décadas sobre la producción láctea para obtener beneficios del auge en China, los precios abonados a los productores lecheros cayeron a los niveles de 2009. La historia es similar en Canadá, donde los productores luchan contra precios bajos y se quejan del TLCAN, que permite la importación de productos lácteos de Estados Unidos libre de aranceles.
Propietarios de granjas del mundo advierten que la crisis obligará a muchos a dejar la industria. El mes pasado, el Consejo de Desarrollo de la Agricultura y la Horticultura del Reino Unido reveló que una de cada 10 granjas lecheras de Inglaterra y Gales alrededor de 1000 negocios cerraron desde enero de 2013.
En Australia, la magnitud de la caída de los precios tomó por sorpresa a Murray Goulburn, la procesadora de productos lácteos más grande del país. En abril, aplicó recortes retroactivos al precio que había ofrecido pagar a los productores lecheros, de A$ 5,60 a entre A$ 4,75 (u$s 3,66) y A$ 5. Su precio de apertura de la nueva temporada que comenzó en julio es de A$ 4,31, por debajo de los costos de producción estimados de A$ 5-5,20.
«La primera decisión los destrozó», afirma Adam Jenkins, presidente del sindicato de productores lecheros United Dairyfarmers of Victoria. «Y ahora esta los encuentra aturdidos.»
El error de pronóstico le costó el puesto a Gary Helou, director ejecutivo de Murray Goulburn, y obligó a Canberra a pagar A$ 555 millones en préstamos estatales en condiciones favorables para los productores complicados.
La UE otorgó 1000 millones para ayudar a los productores y comenzó a apilar la leche en polvo y otros productos lácteos para intentar hacer subir los precios. Esto ocurre luego de que la producción aumentara alrededor de 5% en los primeros cinco meses de 2016, en comparación con el mismo período del año pasado.
Hay planes de apoyo adicional en Bruselas, que se vio obligada a dar marcha atrás -al menos temporalmente- con su política de liberalización de su industria láctea eliminando, por ejemplo, cupos de producción para que sus productores puedan competir por un segmento del mercado.
«Consideramos que estas subvenciones [de la UE] son miopes y proteccionistas», señala Nathan Guy, ministro de Agricultura de Nueva Zelanda. «Se encierra a los productores en una sobreproducción deficitaria y, a la larga, insostenible y se provocan grandes distorsiones en los mercados mundiales».
Nueva Zelanda, que abolió la mayoría de las subvenciones agrícolas a mediados de la década de 1980, no aboga por un retorno al apoyo estatal a pesar de que sus agricultores sean los más afectados por la caída de los precios de los lácteos. El país se ve particularmente perjudicado debido a la escala de su industria lechera, su dependencia de las exportaciones a China y su producción más centrada que otras naciones en la leche entera en polvo, en lugar de los quesos, las mantecas y los yogures. Abastece a cerca de dos tercios de las exportaciones mundiales de leche entera en polvo, y China es el mayor cliente.
«Exportamos el 95% de nuestros lácteos, en particular leche en polvo, cuyos precios experimentaron la mayor caída de todos los productos lácteos durante esta recesión», sostiene Keith Woodford, profesor honorario de agroalimentación de la Universidad de Lincoln, en Nueva Zelanda.
Para satisfacer la demanda de helado, preparados para lactantes y otros productos lácteos aparentemente insaciable de China, los agricultores de Nueva Zelanda intensificaron la producción. Se embarcaron en una racha de compras agrandando sus rebaños, adquiriendo tierras y convirtiendo las explotaciones ganaderas de ovinos y vacunos en granjas lecheras.
Las exportaciones de leche en polvo de Nueva Zelanda a China aumentaron rápidamente y alcanzaron un máximo de 744.000 toneladas en 2013-2014, lo que generó enormes beneficios. Desde entonces, la demanda más débil de China, el aumento de la producción nacional y una acumulación de existencias llevaron a Beijing a reducir a la mitad las importaciones.
«China compró más productos lácteos de lo necesario», afirma Higgins. «Cuando se vio inundada de productos, se presionó a los exportadores de lácteos -por ende, a Nueva Zelanda-, en lugar de a la industria láctea nacional china, para que soportaran el ajuste».
Fonterra, que procesa alrededor del 80% de la leche de Nueva Zelanda, recientemente recortó el precio que paga a los agricultores a un mínimo de nueve años, de NZ$ 4,25 (u$s 3,08) por kilogramo de leche sólida. Según Dairy NZ, es casi la mitad del pago máximo y significativamente inferior al precio de equilibrio de NZ$ 5,25.
«Muchos agricultores se preguntan cómo demonios se metieron en este lío, señala Chris Lewis, propietario de una granja y presidente de la división de Waikato de Agricultores Federados. «Es el momento en que muchas personas tendrán que decidir si se quedan en la industria láctea o se van».
La mayor amenaza para los agricultores es la que plantea la deuda de NZ$ 38.000 millones acumulada en los años de expansión, que equivale a una décima parte del crédito bancario total del país, según el Banco de la Reserva de Nueva Zelanda. La mayoría de los agricultores reducen los costos al mínimo achicando el tamaño de sus rebaños, lo que retrasa las compras de capital y deja que el personal temporario se vaya.
«El servicio de la deuda es realmente un gran problema para los agricultores», sostiene Woodford. «Los bancos no están dispuestos a ejecutar las hipotecas porque los precios de las granjas y la tierra caerían y perderían dinero».
Pero hay indicios de tensión financiera, dado que el precio de las granjas lecheras cayó un 18% en los 12 meses que se cumplieron en junio, según el Real Estate Institute de Nueva Zelanda. El Banco Central advirtió en su informe de estabilidad financiera de mayo que el endeudamiento de los agricultores llegó al máximo y los niveles de préstamos frente a ingresos se acercan a los picos registrados por última vez durante la crisis financiera mundial. Y agregó que los bancos tendrán que equilibrar el riesgo de extender demasiado crédito con el de exacerbar la crisis mediante el endurecimiento de las normas de financiación. Las pruebas de tensión de marzo advirtieron que algunos bancos enfrentan pérdidas de entre 3% y 8% en sus exposiciones de lácteos.
Hasta la fecha, la economía nacional de Nueva Zelanda capeó la tormenta, debido principalmente al sector de construcción, con la reconstrucción de Christchurch tras los terremotos de 2010-2011 y el auge de la vivienda. Pero el jueves el Banco Central recortó 0.25% las tasas de interés, llevándolas a un nuevo mínimo histórico de 2%, en un intento de debilitar la fortaleza del dólar de Nueva Zelanda que está perjudicando las exportaciones de productos lácteos.
En el principal mercado ganadero de Hamilton, en la Isla Norte, los agricultores son pesimistas. «Algunos no recibirán más dinero de sus bancos», afirma Shane Egan, que vendió su granja el año pasado y ahora trabaja en el mercado. «Muchos llegaron a perder NZ$ 200.000 al año, por lo que habrá mucha presión sobre los agricultores para vender en los próximos 12 meses», predice.
La caída de los precios de los lácteos provocó una baja del valor de las vacas lecheras, lo que implica que a los agricultores que se esfuerzan para pagar la deuda no les basta con vender sus animales para cancelar los préstamos.
Según Brent Houghton, agente ganadero y propietario de una granja, «la única salvación es que hay otros agricultores que están peor que nosotros, por lo que los bancos no nos están vendiendo a todos juntos de una sola vez porque perderían mucho dinero».
La crisis también está teniendo efectos en Fonterra, que recortó 750 puestos de trabajo de su fuerza laboral de 16.000 empleados, incluso a pesar de que este año se trasladó a su nueva sede en Auckland, un proyecto concebido durante el período de bonanza. «Hubo una recuperación más lenta de lo esperado en China y la fortaleza del dólar de Nueva Zelanda está haciendo las cosas más dolorosas que en crisis cíclicas anteriores», afirma Theo Spierings, director ejecutivo de Fonterra. Pero Spierings confía en que el mercado se recuperará, y añade que el apetito de Asia por productos lácteos está creciendo a 2-3% al año. Sostiene que los temores de que China podría aumentar su propia producción y suprimir a los agricultores de Nueva Zelanda son infundados.
Según la investigadora IBISWorld, China, que ya es el tercer mayor productor mundial de leche, luego de Estados Unidos e India, incrementó la producción en un promedio del 8% anual durante los últimos cinco años. Pero tiene que importar una quinta parte de su consumo total de productos lácteos y, según los analistas, el alto costo de la alimentación y los problemas medioambientales hacen que sea poco probable que pase a ser autosuficiente.
«La agricultura no es fácil en China», señala Spierings. «No cambié de opinión acerca de las perspectivas positivas a largo plazo para el mercado de productos lácteos o China». Kloeten y el resto de la comunidad agrícola de Nueva Zelanda esperan que Spierings tenga razón. Pocos querrían poner a prueba la paciencia de sus banqueros por mucho más tiempo.
Fuente: Cronista