El reto de la 4° revolución industrial
La evolución tecnológica redefine los modelos de producción. Las oportunidades que emergen junto a la amenaza al trabajo humano.
El futuro está aquí y sucede ahora. Y está organizando los medios de producción. La cuarta revolución o revolución 4.0 viene siendo un elemento clave, una estrella, en los debates del World Economic Forum. La mayoría de las evaluaciones sugieren que el efecto disruptivo de la tecnología en los mercados de trabajo se acelerará en los próximos años, ya que los rápidos avances en robótica, sensores y aprendizaje de máquinas permiten reemplazar a la mano de obra en una gama de puestos de trabajo cada vez más creciente. Un estudio de la Oxford Martin School sugiere que el 47% de los empleos en los Estados Unidos estaban en alto riesgo. Siguiendo el hilo, en 2015, una investigación de McKinsey&Co. indicó que el 45% de las actividades que los trabajadores hacen hoy en día podrían ser automatizadas.
«Hemos presenciado una reacción social y política contra la globalización en muchas economías desarrolladas en los últimos 12 meses», asegura Klaus Schwab, economista y empresario conocido por ser el fundador del Foro Económico Mundial o el «cerebro de Davos». Schwab escribe sobre este fenómeno de disrupción como aquel que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos.
«El declive industrial, el deterioro de los mercados de trabajo y la disminución de las perspectivas han catalizado los votos de los establecimientos», insiste el empresario alemán y asegura que son «muchos» los que han visto esto «como un reto al régimen liberal de apertura del comercio y de aumento de la interdependencia global de las últimas décadas».
Según el WEF de 2016, Internet de las Cosas (IoT) jugará un rol fundamental en ese sentido y agregará unos u$s 14,2 billones a la economía mundial en los próximos 15 años, además de cambiar el mundo del empleo por completo afectando a industrias en todo el planeta.
Saber reaccionar
Para el fundador del WEF, actualmente el mundo está en una «fase altamente perturbadora del desarrollo tecnológico», un momento de «desafíos crecientes para la cohesión social y la legitimidad de las autoridades». Es por eso que la presión y los retos que impone adoptar una cuarta revolución industrial se vuelven de alto riesgo si no se toman las medidas necesarias.
Cabe recordar que el nombre de esta tendencia tiene su origen en Alemania, donde se la reconoce como uno de los proyectos clave para la estrategia relativa a las tecnologías punta que busca implementar el gobierno germano. La meta: promover la revolución digital entre las industrias de la cadena de producción, de la cual también participan Francia y los Estados Unidos. Resumido en dos palabras, se trata de fábricas digitales (o inteligentes).
«Podemos dar forma a la dinámica de la revolución tecnológica», dice Schwab. Eso sí, para ello se debe contar con gobiernos «cuidadosos» que puedan «guiar la distribución de beneficios e impactos», ya que la evolución de las nuevas tecnologías «estará fuertemente influenciada por las normas sociales, las políticas corporativas, los estándares de la industria y los principios reguladores que se debaten y escriben hoy».
Luis Torras, consultor financiero y gestor de fondos, invita, por su parte, a entender las tres revoluciones anteriores para comprender que «vivimos tiempos exponenciales», en los que «los cambios y las nuevas tecnologías se suceden cada vez a mayor velocidad, y cada cambio produce más aceleración». El economista afirma que la primera revolución industrial, la que asociamos a la máquina de vapor y el desarrollo del ferrocarril (1760-1840), y con epicentro en Inglaterra, tardó 120 años en llegar a todo el mundo; ahora, los cambios son globales e inmediatos.
Después, la segunda revolución industrial (siglo XIX y principios del XX), fue posible por la llegada de la electricidad y la cadena de montaje. La tercera es la que comenzó en la década de 1960, a la que conocemos como la revolución informática posible para el desarrollo de los semiconductores, el desarrollo de ordenadores personales (70s-80s). Finalmente, la llegada de Internet en la década de los 90.
Comprender los avances del pasado ayuda a desarrollar políticas en la actualidad, advierte, ya que «la velocidad del cambio es un elemento singular de esta nueva revolución». En este sentido, «cuando todavía hay gente viviendo fuera de la segunda y tercera revolución industrial» – cerca del 17% de la población mundial no tiene acceso a la red eléctrica y cerca de 4.000 millones de personas (más de la mitad del planeta) no tienen Internet-, la velocidad con la que avanzan las nuevas plataformas digitales genera grandes retos, cierra.
Un lobo en puerta
En la visión del inversor y emprendedor social Vinayak Dalmia, y del CEO de President Electronics, Kevi Sharma, la humanidad se enfrentará a preguntas que aún no ha tenido que responder. Para dar con esas respuestas en el debate, ambos están de acuerdo en que la humanidad debe «prepararse con anticipación», ya que «nos enfrentaremos a varios riesgos». Según estos empresarios y tecnólogos, «nos arriesgamos a perder nuestro poder y a ponerlo en las manos de las máquinas».
No se trata de la primera revolución tecnológica. «Las preocupaciones no son nuevas», aseguran Dalmia y Sharma, dado que han estado presentes por más de 200 años desde la primera revolución industrial. Con respecto a esto, la cita del historiador y filósofo Yuval Harari grafica bien la cuestión de que el niño (que gritó «lobo») llegue eventualmente a tener razón.
FUENTE: Cronista